Por: Jorge Enrique Rojas Quiceno, MD
https://www.youtube.com/channel/UC18G0R4secEtRV0WTI9L2XQ
https://www.facebook.com/doctorrojasoficial
Presentación
En el mundo, la empresa ha tenido un papel significativo como parte del desarrollo, el progreso y el crecimiento. De hecho, hay regiones que se destacan y tienen una identidad por ser zonas industriales, portuarias, manufactureras, entre otras.
De acuerdo con ello, se podría llegar a pensar que hacer empresa ha sido uno de los objetivos trazados por aquellos que buscan cambios en su condición de vida, pero la población mundial se está viendo envuelta en una encrucijada, pues se vive en medio de un capitalismo salvaje, con fachadas de industrias, empresas y tecnología, donde el bienestar ha estado ausente. Esto ha traído consigo desigualdades y, por ende, falta de compasión, resentimiento social, violencia y mucho más. Como lo estableció Noam Chomsky, “la población general no sabe lo que está ocurriendo, y ni siquiera sabe que no lo sabe”.

¿Y la vida y la salud?
En ese sentido, en el último rincón de este contexto se halla lo importante, la vida y la salud. ¿Por qué pensar en ellas? El mundo ofrece distracciones e, ingenuamente, las personas se dejan llevar por la persuasión de los medios y la sociedad, de la que habla Aristóteles, en su obra titulada “La Retórica”. Se ha obligado a la humanidad a pensar permanentemente en cómo hacer empresa, industria, negocios sin objetivos concretos, simplemente para satisfacer el ego, el poder social y económico, es decir, se han hecho esclavos del Ethos, el Pathos y el Logos, como pilares de la persuasión y modificaron su consciencia y su pensamiento.
Es de mencionar que muchos empresarios soñaron y se esforzaron por lograr un aparente bienestar, lógicamente, estructurado en función de satisfacer los deseos perversos, que no es lo mismo que vivir humanamente. Esa mejor condición de vida no está basada en el para qué, porque nunca aprendimos a reflexionar, a tomar consciencia de lo que sucede y la convivencia con los demás seres humanos, por lo tanto, es como si se estuviera tratando con máquinas.
Muchos soñaron con hacer empresa para lograr riqueza material y así escapar de la opresión, no con objetivos humanos y sensibles, de modo que se ha llegado a una economía rapaz, con actores inconscientes. Quizá el reseteo de la economía mundial tenga como objetivo “el ser humano” y todo cambie, es necesario esperar este fenómeno; no obstante, lo más curioso de esto es que se olvida aquella frase del sepulturero del pueblo, que decía: “En el proceso ascendente de la vida, todos alcanzamos el nivel de la cultura y por mucho que sea la altura en el descenso la misma sepultura. Y digo que lo hemos olvidado, porque creemos que la muerte llega a todos, menos a uno”.
Es preciso indicar que se está olvidando fijar la mirada en la empresa más importante que existe, la vida, la institucionalidad, la familia y los amigos. Se han visto grandes actores de la economía del mundo llegar a los consultorios, desahuciados y carentes de aliento, gritando en un mundo sordo y clamando salud. Quienes dedicaron la vida a buscar logros materiales, premios y reconocimientos olvidaron las palabras de Chomsky, “no se deberían estar buscando héroes sino buenas ideas”. Sin embargo, aquellos que se han considerado héroes, la mayoría de las veces se olvidan de sí mismos, día y noche se dedican a planear y estructurar, pasan las horas y no se acuerdan de forjar una vida sana.
En ese orden de ideas, la empresa moderna debe tener sus ojos puestos en la calidad humana y en un pensamiento libre y consciente, como lo afirmó Freud. Para explorar las capacidades y la sensibilidad que asegura el mundo posible, y así corregir las imposturas intelectuales que lleva a pensar en la economía en primera persona.
Ahora bien, al referirse a lo intelectual es cuando se hace un acercamiento a la camilla de aquel paciente desconsolado y solitario, y surge el cuestionamiento sobre ¿cómo pudo lograr hacer empresa y dejar caer lo espiritual y emocional? La respuesta es sencilla, es erróneo creer que la inteligencia era algo general, esa inteligencia de la que se hablaba, no era más que la experticia sobre algo, porque no se puede llamar inteligente a aquel que logra sacar adelante la empresa de producción y olvida cuáles son los propósitos de la vida. Sin duda, el medio social confunde y, por ello, se retorna a las palabras de Aristóteles, cuando aseguró que el fin no es persuadir, sino considerar los medios persuasivos como facultad de discernir. Aquel que está postrado en una camilla, la mayoría de las veces quiere regresar el tiempo para corregir el destino y encontrar un balance entre lo que puede hacer y ser y lo que puede lograr.
Zaratustra hablaba con propiedad, pero, asombran las inquietudes que despierta Dante Alighieri, aún más cuando se está postrado en una cama, bajo la expectativa de lo que puede suceder y ver las confusiones que se despiertan en la persona: haber logrado objetivos materiales y ver reducidas sus capacidades motrices e intelectuales.
Hacer empresa requiere diversos procesos
Es necesario indicar que hacer empresa requiere procesos, cuyo inicio no es solo creatividad, intuición y destreza, se necesita consciencia del estado emocional, con un hilo conductor del ser en el camino de la humanización. Ese ser debe realizar una limpieza emocional que le permita reconocer el camino que ha recorrido antes del éxito. En otras palabras, no olvidar de dónde viene, para implementar un equipo de personas con proyección a la caridad, convivencia, respeto, tolerancia y hospitalidad.
Asimismo, la empresa requiere de seres buenos, con carácter y confianza en sí mismos, voluntad reflexiva; es indispensable la facultad de dominarse y regirse, seguridad y manejo del pensamiento, para lograr decisiones y fuerza mental, y con destreza vencer las dificultades normales de la vida.
Por otro lado, no se puede desconocer la voluntad en los procesos creativos y en las oportunidades para, con carácter y actitud, explorar caminos. No se debe dejar de repetir que una persona tarda veinte años en lograr algo. En este tiempo es importante rodearse de personas que posibilitan un trabajo conjunto y allí se halla parte del éxito.
Así pues, la empresa requiere sensibilidad de cada actor, con la convicción de servir, teniendo como medio la educación permanente con el fin de fomentar un ambiente sano que conlleve al crecimiento personal en comunidad.
Hacer de la empresa el arte de la responsabilidad social y empresarial
De una buena idea puede surgir un gran proyecto, así lo demuestra el “crecimiento” progresivo que han tenido muchas empresas. Sin embargo, el término crecimiento en las organizaciones debemos abordarlo en el sentido estricto de lo que este significa porque se puede llegar a pensar que el concepto solo hace referencia a lo financiero, y es allí donde comenzamos a ver que se ha perdido el control de lo social y que hay muchas comunidades fragmentadas. A la expansión de esta problemática han contribuido en cierta medida los indicadores cuantitativos, los cuales han hecho perder el sentido o el rumbo de lo que se hace, y desde entonces las ideas se enfocan mayoritariamente, si no es por completo, en los logros; y la unidad de pensamiento desde lo social se perdió. Ello hace necesario volver la mirada hacia el pensador cuando afirmaba en uno de los diálogos de Platón, “[que] las ideas son las causas del ser y del devenir o llegar a ser, y, sin embargo, aun admitiendo las ideas, los seres que de ellas participan no se producen si no hay un motor” (Aristóteles, 2012).
El componente social de las empresas
Se ha creído que al hacer empresa se está logrando un gran proyecto social, porque ello contribuye a la generación de empleo y a ampliar las posibilidades de las familias contratadas de tener un techo y comida. No obstante, éste no es el componente social del que hablamos; el componente social de las empresas es ir a lo cualitativo para lograr el respeto y el cuidado de la comunidad y la vida, una integridad ecológica, justicia social y económica, es decir, la ética del cuidado esencial.

¿Cómo llegar a ello? Esto solo se logra a través de la consciencia, la compasión, el reconocimiento de los empleados como seres humanos y no como elementos de producción. Las empresas deben ser formadoras con justicia social y a ello se llega con una planeación en el crecimiento de la producción y a la vez con la sensibilidad en la preparación del personal lo que, sin duda, lo moverá a aumentar su sentido de pertenencia y afectará positivamente a la empresa porque contribuye a ampliar las líneas de producción y a permanecer ante las dificultades.
Hacer de la empresa algo humano
Al volver la mirada al pensamiento aristotélico podemos advertir que culturalmente hay una cierta influencia del medio en el pensamiento del ser humano, lo vemos en las películas cuando aparece el personaje malo y perverso lleno de dinero, conduciendo un buen vehículo, dando órdenes y dirigiendo grandes empresas. Y es que generacionalmente hemos observado que hay una deuda social y humana aún pendiente por saldar, aquella que nos llevó a la desigualdad y que tiene una relación directa con el resentimiento, el odio, el desagrado y la violencia.
Los empresarios deben formar su ser emocional, como lo propuso Casassus en su libro La educación del ser emocional, y ver a sus empleados con amor; no se trata ahora de implementar una moral de rebaño como aquella de la que hablaba Nietzsche en Más allá del bien y del mal. Por el contrario, la formación de la que hablamos hace referencia a una evolución de la consciencia que les permita tener mayor estabilidad, pensar de manera crítica, formar su voluntad y su carácter con determinación para así logar la conformación de un equipo que perdure en el tiempo, que se fije objetivos claros y se prepare en el campo humano y sensible.
Da gusto trabajar con personas que quieren y buscan superarse, que se preocupan por establecer objetivos determinados y tener en su mente total claridad sobre estos, aquellas personas que no buscan oprimir, sino que facilitan el crecimiento personal de los demás como primera línea de la formación. Estas personas tienen pensamientos positivos y no permiten que el medio les haga fracasar en su proyecto.
El día que los empresarios, bajo una actitud de justicia social, comprendan la importancia de orientar a sus empleados a la práctica de la meditación, la generación de consciencia, a mantener una mente sana y un pensamiento progresista sin mirar constantemente a su pasado dificultoso, se darán cuenta que sus ideas tomarán un rumbo inesperado. Es justamente allí donde se comprenderá el verdadero significado de la palabra crecimiento.
Hacer de la empresa una esperanza de vida
El crecimiento sin planeación que han tenido las empresas ha ocasionado un caos que aumenta el deterioro y la destrucción de nuestro sistema ecológico. A ello se suma la falta de consciencia y de objetividad de los seres humanos que parecen proponerle una guerra a la naturaleza.
Es así como lo vemos en la actualidad donde, culturalmente, parece que lo más importante es crecer sin importar los daños que puedan causar nuestras acciones, por eso muchas empresas no se preocupan por hacer una medición de los posibles daños o los ya ocasionados por sus actividades, porque el objetivo de estas empresas se cuantifica por la producción y las utilidades que esta les genera.
De ese modo los procesos de producción se han convertido en lo que llamamos un aprendizaje adaptado a las necesidades inmediatas, el cual fue descrito por Maturana (1998) como un argumento objetivo, ese que los empresarios quieren mostrarles a los demás como una realidad universal, defendiendo posiciones que son irreales. Pero, dado que las ideas se deben materializar pensando en hacer de la empresa una esperanza de vida por generaciones, no se puede tratar de convencer a alguien haciéndole creer que la realidad es universal; y mucho menos las empresas deben continuar creciendo sin importar la destrucción que sus procesos y actividades productivas le están generando a la Madre Tierra, bajo el argumento de que están generando empleo.
Las empresas deben pensar que, quizá, lo que estamos viendo hoy en los procesos destructivos que tienen lugar en la naturaleza sea parte de las consecuencias del ego y las ambiciones desmesuradas por lograr las metas únicamente en términos cuantitativos, es decir, esas que hacen parte del modelo y los estándares de producción; y que, aun así, seguimos diciendo “estoy haciendo empresa”.
En este campo de esperanza de vida, comprendiendo el término vida en el sentido más amplio y extenso, debo recurrir a Calila y Dimna, quienes en su pasaje del ciego y el vidente refirieron que, entre los hombres, a quienes menos debe perdonarse cuando dejan de obrar bien para obrar mal es a aquellos que tienen la capacidad de discernir y ver las ventajas que hay en lo uno sobre lo otro. Entonces, en ese sentido cabe preguntarse si ¿son los empresarios conscientes de los procesos de las empresas? Seguramente la respuesta es un sí, aunque sigan ocultando los desastres ecológicos y sociales que ocasiona la actividad productiva.
Las empresas perdurarán, cuando sean un espacio agradable, en el cual las personas vinculadas a ellas encuentren verdaderamente placentero y satisfactorio trabajar. Cuando sean un lugar en el que se promueve la generación de ideas y se posibilite el compartir más que el competir. Cuando, en definitiva, sea un espacio óptimo para alimentarnos en nuestros seres corpóreos.
Los hospitales están llenos de seres humanos y ninguno de ellos se distingue por los logros materiales que hasta el momento ha alcanzado y el cementerio espera ansioso a sus huéspedes para susurrarle al oído “no tengo habitaciones presidenciales”.
Síntesis
La explotación humana nos ha mostrado, a lo largo del tiempo, que de nada sirve llenar nuestros bolsillos por medio de este mecanismo. Es poca la diferencia que hallamos entre este modelo de esclavización y la explotación infantil y sexual. La humanización en los procesos productivos debe darse inmediatamente, a fin de detener la injusticia en la que hemos estado inmersos toda la vida. Una vez logrado esto, vendrán oportunidades: la posibilidad de una vida dirigida hacia el amor espiritual entre todos. Esto lo propuse en mi campaña a la Alcaldía de Manizales (Colombia) hace 24 años: “entre todos sí podemos”.
La consciencia para la responsabilidad social es la estructura de una empresa sólida, próspera, donde los remordimientos no surgen, donde se construyen sociedad y ciudad, donde se educan y se forman ciudadanos prósperos. Lo anterior debe darse para que podamos lograr cada proyecto.
El modelo de una empresa sensible es el que da la identidad de humanización y la satisfacción de proyectos perdurables. Cuando soñemos en un modelo de empresa, pensemos en recurrir a los principios morales y éticos; esto promueve el fortalecimiento de un equipo humano que siente la institución como propia, y ese es el éxito de la prosperidad, ya no con resultados cuantitativos solamente, sino con valores y principios para siempre.
Referencias
Aristóteles. (2011). La Retórica. Bogotá. Editorial Skla.
Aristóteles. (2012). Obras selectas. España. Edimat Libros S.A.
Báldaba. (1998). Calila y Dimna. Bogotá. Panamericana Editores.
Dante Alighieri. (2016). La divina comedia. España. Edimat Libros S.A.
Maturana, Humberto. (1998). La objetividad. Bogotá. Tm Editores.
Nietzsche, Friedrich. (2014). Más allá del bien y del mal.España. Edimat Libros S.A.